Pablo, sacerdote, sabía que iba a morir joven. Deseaba morir en la montaña, al igual que Sara. Ambos entregaron su vida a Dios… y Dios aceptó la oferta. Ahora dicen que están vivos. Pablo y Sara eran conocidos y queridos por un número incalculable de personas, que han dejado constancia de ello después de su muerte. La última Cima muestra la huella profunda que puede dejar un buen sacerdote, en las personas con las que se cruza. Y provoca en el espectador una pregunta comprometedora: ¿también yo podría vivir así?.
No hay comentarios:
Publicar un comentario